sábado, 22 de diciembre de 2012

El nuevo testamento: V.V.A.A.



 
El día en el que todos los San Josés del mundo se pusieron en huelga las cosas comenzaron a ponerse chungas. Se pusieron en huelga todos, incluidos aquellos que no se llamaban José, pero que hacían de dicho beato en los portales vivientes de los centros comerciales. Ya no podían más, ya no podían soportar más vejaciones. 

Primero la pija esa, mentirosa compulsiva, que decía que se había quedado preñada por el espíritu santo; sí, de un santo varón, ni que fuéramos idiotas, pensaban ellos. Pero eso, al fin y al cabo, les daba igual, pues no había sido más que un rollete buscado por las posibilidades laborales que ofrecía.

Luego, reflexionaban, el bebé nonato que, ya desde el vientre materno, estaba condenado a soportar un San Benito tal que le condenaría a convertirse en un perezoso niño mimado y engreído que jamás encontraría trabajo. Y eso les jodía porque, si de verdad les hubiesen dejado ser sus padres y ejercer como tales, consideraban que podían haber hecho un buen trabajo ayudando a su hijo a ser un hombre humilde, justo y trabajador. Pero es lo que hay, los guionistas son así, siempre quieren darle un par de retorcidos giros al guión para que parezca que la birria que están haciendo es algo novedoso. ¡Por favor, lo del hijo de dios está ya más visto que el diablo! En fin, parece que eso también lo pudieron soportar.

Pero lo que bajo ningún concepto estaban dispuestos a permitir es que les arrebataran lo que más querían. Siempre leales, siempre juntos, no podían imaginarse vivir sin el calor de sus mulas y sus bueyes. Al infierno con los Reyes de Oriente o de donde diablos vengan, al infierno con las estrellas y los meteoritos, con el pesebre, con Nazaret o Belén, al infierno con los pelos de la barba, pero a sus santas mascotas, coño, que ni las toquen, expresaban con indignación. El mal nacido que pretenda arrebatárnoslos, pensaban, es un hijo del mal y un mal nacido.

Y así, dispuestos como estaban a derribar los muros de Jericó o los del mismo infierno, se pusieron en huelga, se organizaron  y, en una manifestación como Dios manda, cargaron montaña arriba al grito de “¡A por San Pedro!”.



sábado, 15 de diciembre de 2012

El soldadito de Plomo: Andersen



Y lo único que quedó fue una lentejuela de cristal y una bolita de plomo. Ahí quedaron abandonadas, aunque unidas, la bolita y la lentejuela: corazones perdidos de una doncellita de papel y un cojo soldadito de plomo. Abandonados, tirados, arrinconados entre las cenizas y el polvo de una ajada chimenea, olvidados. 

Y tanto frío hacía que la lentejuela empezó a temblar. Y tanto frío hacía que la bolita de plomo comenzó a vibrar. Y con tanto temblor y vibración la lentejuela y la bolita comenzaron a apretarse y apretarse y a apretarse aún más. Tanto se apretaron que en una mitosis inversa consiguieron transformarse en un  solo ente, mitadbolita-mitadlentejuela. 

Una fusión tan increíble que tras la reacción, tremendamente exotérmica, una fuerte llamarada explotó, incendiando la toda la chimenea. Y tras la chimenea se prendieron las cortinas. Y tras las cortinas, el suelo, y la cama, y las patas de la mesa. Calor y más calor, y más calor todavía. Rojo fuego.

Y de fondo bramando aterradora la voz de David Bowie “Put them on fire with gassoline”. Todo ardió, toda la casa en llamas, toda la casa consumiéndose a 451 ºF has que se transformó en una deflagradora bola de fuego mayor que la que jamás imaginó Fizban el mago. Tras la explosión, una plomiza lluvia de fino cristal cubrió todo el suelo. 

Finalmente, del sorprendentemente pequeño depósito de ceniza salieron caminando del brazo una preciosa doncellita de papel y un valiente soldadito de plomo cojo.



¿Y el Troll? Pues dónde iba a haber quedado un troll después de tanto fuego… 


 


jueves, 6 de diciembre de 2012

Twelve: Jasper Kent


Hace ya algún tiempo le comenté a un amigo que me acababa de leer un libro sobre cosacos y que había empezado con Drácula. Este amigo, que es muy leído, lo que significa que ha leído muchas cosas buenas y otras tantas… no tan buenas, me dijo que podía recomendarme un libro que trataba justamente sobre Napoleón y los vampiros. Nos reímos del hecho de que a alguien se le hubiese ocurrido la idea de explicar la derrota napoleónica durante el invierno ruso a través de una plaga de vampiros acechantes.

Meses después, por casualidades de la vida, este amigo encontró el libro en la antigua biblioteca de casa de sus padres. No tuvo más remedio que reclutármelo y dármelo para el servicio, eso sí, indicando claramente que podía no leérmelo. Me lo leí.

El argumento es fantástico. Unos espías rusos contratan a unos tipos muy raros para debilitar a la Grande Armée. Resulta que estos tipos no piden dinero ni nada y son brutales, vamos que se meten a saco en un campamento y lo destrozan. Para colmo, dado que son doce, decide el autor nombrarlos con los nombres de los doce apóstoles  Pues claro, al final resultan que eran vampiros. Y ahí queda, una novela sobre vampiros en la época napoleónica, en la que se entremezclan algunas famosas batallas. Pero no, dado que la única gracia que tiene el libro es lo de lo sobrenatural, resulta que al final del libro (ojo spoiler) el malo-maloso no es vampiro!!!

Es todo una metáfora profundísima sobre la naturaleza humana. Pero no queda ahí la cosa, el tipo amenazó con más y ha escrito una quintalogía sobre el personaje anodino Alexandre Alexei, el cual pelea contra vampiros, hombres lobo, Rasputín… creo que no se enfrenta a ningún testigo de jeová.
En fin  que lo mejor del libro no es su redacción, los errores gramaticales no pueden achacársele al traductor porque me lo leí en inglés; no es su trepidante trama, la cual estás a punto de abandonar en diferentes puntos; tampoco la profundidad de sus personajes, que no son planos, sino puntuales, es la crítica de la contraportada: “The progeny of Tolstoy or Pasternak, with a Stokerian twist… bloodily fantastic”.



sábado, 3 de noviembre de 2012

Le Morte Darthur I (Sir Thomas Malory)





Avalon.
Arturo.
Merlín.

Así como otros tantos caballeros, brujas y criaturas de ensueño. 

¿Cómo no va a sentirse alguien fascinado por semejante historia? ¿Quién no ha querido nunca ser el valiente rey o el sabio hechicero? ¿Quién no ha querido enamorarse perdidamente de Ginebra? ¿Quién no ha soñado con librar una última batalla desesperada, aunque necesaria, y prevalecer? En fin, ¿quién no ha querido en su vida ser alguien especial?

El mundo artúrico es fascinante por sus historias, por sus personajes, por su magia… Pero no sólo por eso, también lo es por la esperanza que representa. Cuando Arturo se retira moribundo a la isla perdida de Avalon promete volver en la hora más oscura para salvar a Britania de su perdición. ¡Qué imagen sería ver ahora volver a Arturo en su barco dorado cargando contra los gobiernos y los bancos! En un santiamén cientos de caballeros recompondrían la Tabla Redonda y volvería la paz y la dignidad. Nadie podría negarse ni criticarle, porque su vuelta sería divina. ¿Quién no acepta como mágica la presencia, en las abarrotadas carreteras, de un caballero de hace quince siglos cargando con su poderosa Excalibur y portando sobre su cabeza el Santo Grial?  Si esto ocurriera se constatarían dos hechos: el primero, que estamos en la era más oscura, y no por la gravedad de la situación sino por la pérdida de valores; el segundo es que estaríamos salvados, pues ninguna criatura mítica vuelve a la vida para perder.

¿Cómo sería volver a vivir en un Camelot, aunque no tuviera muros de oro?


Pues, aunque haya que lamentarlo, al menos por el momento, Arturo no ha regresado, no. Parece que sigue convaleciente en su Isla perdida, junto a su dama del Lago, pensando en Ginebra y sus caídos caballeros. Quizás esté sencillamente enterrado en el fondo del Canal de la Mancha o en cinco sitios diferentes siendo Arturo no más que la unión historia de cinco generales Britones. Quizás nunca haya existido, quién sabe. Pero lo que sí sé es que otro Arturo ha venido a este mundo. Un Arturo lleno de fuerza y de magia. Un Arturo noble y sabio. Un Arturo cuyo lema del escudo de armas reza: Dignidad en el corazón. Ese Arturo no cambiará el mundo, no irá a caballo cargando contra banqueros y políticos corruptos. No. Pero espero, que como sus padres, ese Arturo intente hacer que la vida de la gente que tiene a su alrededor sea un poco mejor.



Quién sabe, a lo mejor dentro de quince siglos, un fanático piense en su dictáfono cerebral un cuento sobre el bravo y noble Arturo que nació en el siglo XXI y ayudó al mundo a ser un poco más justo. Quizás también éste jurase volver a este mundo cuando las cosas se torciesen de verdad.

¿Merlín?
¿Avalon?
¿Por qué no Arturo?


viernes, 20 de julio de 2012

My children are seven in number





My children are seven in number, We have to sleep four in a bed; I'm striking with my fellow workers. To get them more clothes and more bread.CHORUS: Shoes, shoes, we're striking for pairs of shoes, Shoes, shoes, we're striking for pairs of shoes.Pellagra is cramping my stomach, My wife is sick with TB; My babies are starving for sweet milk, Oh, there as so much sickness for me.Milk, milk, we're striking for gallons of milk, Milk, milk, we're striking for gallons of milk.I'm needing a shave and a haircut, But barbers I cannot afford; My wife cannot wash without soapsuds, And she had to borrow a board.Soap, soap, we're striking for bars of soap, Soap, soap, we're striking for bars of soap.My house is a shack on the hillside, Its doors are unpainted and bare; I haven't a screen to my windows, And carbide cans do for a chair.Homes, homes, we're striking for better homes, Homes, homes, we're striking for better homes.They shot Barney Graham our leader, His spirit abides with us still; The spirit of strength for justice, No bullets have power to kill.Barney, Barney, we're thinking of you today, Barney, Barney, we're thinking of you today.Oh, miners, go on with the union, Oh, miners, go on with the fight; For we're in the struggle for justice, And we're in the struggle for right.Justice, justice, we're striking for justice for all, Justice, justice, we're striking for justice for all.

Hay momentos en los que sin duda pierdes la fe. La pierdes, y no en Dios, sino en la humanidad, en lo que somos. Ves las cosas que hace la gente, las cosas que hacemos cada día, y te asustas. Yo al menos lo hago, pienso que somos una especie totalmente caduca y desequilibrada. El sistema que hemos montado para gestionar nuestros excesos resulta que acaba siendo aún más excesivo que nuestras propias conductas individuales. La gente por las calles parece haber olvidado la moral, el respeto, valorar a los que te rodean. La crisis es una excusa perfecta, el estrés nos deshumaniza y nos hace violentos, pero no olvidemos nunca que el estrés es nuestro, es de nuestra propiedad y podemos acabar con él.

Pero, pese a este panorama de apocalipsis moral que parece haberse asentado en nuestra sociedad debemos hacer notar todas aquellas luces que iluminan en las tinieblas, las campanillas y cascabeles que nos pueden servir para guiarnos. No todo el mundo es malo, carajo, lo que pasa es que los malos hacen mucho ruido y se dejan ver mucho. Aún hay gente que quiere ayudar, que lucha por los demás, que se desvive por ellos, que ama. Y es a esa gente a quien debemos escuchar y atender. A los otros, los malos, ya no intento ni rescatarlos ni atacarles ni nada, les ignoro. No son mi mundo. Construyamos nuestro mundo desde los buenos cimientos, desde lo que se puede, pero pongámonos a construir ya. Esa construcción será la que deje en evidencia la destrucción que otros generan por alcanzar un poder que nunca deberían tener. Y me refiero a los políticos, pero también a los compañeros de trabajos, a las personas que te rodean, con las que tienes contactos cotidianos, las cuales a veces hacen daño sencillamente porque pueden hacerlo. Bien pues yo amo porque puedo hacerlo, y si todos hacemos eso, lo que generaremos es un mundo un poco más justo y bueno, al menos para nosotros. Pero que carajo, nosotros somos los importantes.

Yo siempre he estado en contra de la frase Bushiana "O estas con nosotros o contra nosotros", pero creo que en este caso tiene un gran valor de verdad. Nosotros queremos amar, si no estás con nosotros, con los que quieren amar, entonces estas contra el amor, y estás contra nosotros, aunque también contra ti y contra todos. Y eso se nota en la cara, en la cara de la gente que hace daño innecesariamente porque el dolor causado no se borra nunca de una mirada o de un gesto, porque se graba en el alma.

Es lo que refleja esta canción de Pete Seeger, unidos conseguiremos un mundo un poco más amable.


domingo, 15 de julio de 2012

El gen egoísta: Richard Dawkins


Al contrario que en el libro de Tomasello en el que se explican los principios de la cooperación humana, Why we cooperate?, Dawkins trabaja el origen biológico del egoísmo. En la introducción a su libro nos advierte de que es un tratado biológico, no filosófico ni moral, pero que si alguien quiere extraerle algún indicador sobre la ética humana, ese indicador debería de ser que si no trabajamos la cooperación y el altruismo mediante la educación nuestro organismo se comportará de forma egoísta. Bajo una sociedad que ha perdido tantos valores, cuyos líderes son unos hipócritas irresponsables cuyo único dios es el dinero y el poder nos encontramos con una educación ineficiente, por no decir inexistente. No educamos para que la gente sea buena y se trate bien, educamos para ser los primeros para conseguir lo mío y pisar al que te puede quitar tu trofeo.

Así es como en esta sociedad te encuentras, cada vez con más frecuencia, con personas como nuestra casera, una persona ingrata y egoísta. Ella se llama Ana María, y pongo su nombre porque a la gente ingrata hay que ponerles nombre y apellidos para que la gente sepa con quién está tratando. Mi pareja está embarazada de 29 semanas, llevamos 5 años en esta casa pagando puntualmente y sin haber dado ningún problema. Hace un par de meses informamos de que íbamos a dejar la casa en julio o agosto, para que tuviese tiempo de encontrar a otra inquilina. Cuando ya teníamos el nuevo piso apalabrado al inquilino de esa vivienda, una persona mayor, le dio un derrame en la aorta y estuvo a punto de morirse. Consecuentemente no pudo hacer la mudanza ni nosotros cambiarnos al piso. Bajo esas circunstancias y explicándole a la casera que el señor iba mejorando y que el piso estaría listo para septiembre le pedimos un mes más, por supuesto pagándolo. A lo cual nos contestó que es que ya tenía una inquilina para agosto. Ante esa respuesta decidimos hablar con la futura inquilina la cual nos dijo que entendía nuestra circunstancia y que no tenía ningún problema en buscarse otro piso. Volvimos pedirle la prórroga a la casera indicándole que la otra persona no se iba a quedar en la calle y que, bueno, nosotros estábamos embarazados de 7 meses y no teníamos donde caernos muertos. Pero eso no importa, ella ya tenía una inquilina pensada y se quitaba el problema de tener que buscar a alguien en septiembre.

Como diría la hija de Fabra “que se jodán”. ¿Qué importa dejar en la calle a una pareja embarazada si yo puedo volver 10 días más tarde de mis vacaciones en septiembre?

La vida es así, mucha gente es así, y lo que sientes es lástima y rabia. Lástima porque la especie humana no ha sabido desarrollarse, a pesar de tener esas maravillosas capacidades metacognitivas que tenemos. Rabia porque no se respeta ya ni lo más básico, a un recién nacido. Sólo espero que esta señora un día se de cuenta de su error y que en lugar de disculparse intente hacerle la vida un poco más fácil a la gente que tenga a su alrededor.


sábado, 16 de junio de 2012

Perpetum mobile

Un paso, dos pasos, tres... llegué. ¿A dónde? No lo sé. Pero es, seguro, un inicio para seguir caminando. Escuchaba el fluir del agua en el pequeño molino. Me encantaba sentir como la vida daba vueltas alrededor mío.

La zapatilla estaba rota. Vamos, que llamar despegada a la suela era sencillamente un eufemismo. Aún así, como era incapaz de imaginarme cómo sería caminar sin ella, me la puse. Creo, que en términos generales fue una buena decisión, aunque tuviese que andar todo ese recorrido haciendo el pino.

Dejé caer la piedra barranco abajo. Esperé un pequeño rato. Y ahí estaba de vuelta, subiendo trabajosamente la pendiente como un obediente Sísifo.

Érase una vez que se era un reloj cuyas manillas andaban en todas las direcciones. Un buen día, cansado de tanta desobediencia, el reloj decidió quedarse de brazos cruzados.

Brevemente recuperé un instante de mis vidas pasadas. Es el pavor de la metempsicosis. Espero no volver a ser nunca otro yoyó.

La célula procariota saltó de la epidermis. Prefería desaparecer a ser cómplice de ese terrorífico perpetum mobile del cuerpo humano.

domingo, 3 de junio de 2012

Dracula: Bram Stoker


 ‘Listen to them – the children of the night. What music they make!

El mito del hombre inmortal, el demonio atemporal con mente de niño que planea expandir su extirpe por el mundo entero, superando la natural barrera de los Cárpatos. Cuantas leyendas, cuentos, historias hay bajo el nombre del Conde Vlad ‘Tepes’ Dracul. El horror británico que se metió en nuestras mentes gracias a la magnífica interpretación de locos como Béla Lugosi o Chistopher Lee. Personaje que ha seducido a los grandes actores de todas las épocas, siendo sin embargo no más que un antagonista que apenas aparece en la novela de Stoker, si bien, siempre está presente. Comienzas a leer el diario de Jonathan Harker, quizá la parte más inspirada de la novela, y sientes como la superstición rumana se infiltra por tus venas hasta la amígdala de tu cerebro. Lees, ávido, las páginas que se desbordan del libro, mientras con la mirada recorres las sombras de tu habitación, temiendo en cada momento descubrir aquello que no osas ni pensar.

Todos conocemos la leyenda de Drácula y hemos visto innumerables películas sobre el tema, algunas de ellas clasificadas con el infame símbolo de los “dos rombos”. Pero, pararte a leer el libro, despacio, como si no conocieras los detalles es, sencillamente, escalofriante. Nada más lejos de la comodidad de nuestro siglo, donde los enemigos residen en los congresos y los bancos, que pensar en la aterradora escena en la que Jonathan está afeitándose en sus aposentos del castillo-Drácula y descubre, por vez primera, que el conde no tiene reflejo en el espejo. Imaginad por un solo instante que un día te levantas al lado de tu pareja y, mientras te abraza en el espejo del baño, descubres que no se refleja. Si consigues meterte en la piel de Jonathan como si fueras un actor Stanislavski puedes sentir todo el poder de la novela y comprender por qué es tan importante.

Otro de los aspectos fascinantes del libro es el poder del tiempo. Esto se hace notar cuando Van Helsing explica a sus amigos que o detienen a Drácula ahora o sencillamente se encerrará en su castillo el tiempo suficiente como para que ellos mueran. De esta forma sus perseguidores y enemigos habrán desaparecido y Mina será su nueva esposa al volver de entre los muertos. Tan sencillo como tener un santuario para poder utilizar el mundo a tu antojo. Decido conquistar una parte de Turquía, bueno, pues ataco una y otra vez hasta que lo consiga. De ahí los relatos en los que Drácula explica como armaba ejército tras ejército para acabar con el infiel turco y tras la batalla sólo él regresaba al castillo. Tengo que colonizar Inglaterra, bueno, tengo toda una eternidad para aprender el idioma, conocer sus costumbres y esperar a que haya barcos los suficientemente rápidos como para poder llevarme sin peligro. Sólo hay un enorme 'pero' a tan grande poder: la soledad. La terrible soledad.

¿Por qué nos fascina la inmortalidad? ¿Por miedo a desaparecer? ¿Por el poder que otorga? ¿Por la pérdida de valores que puede conllevar? En todas las culturas, en todas las religiones, en todas las épocas han existido relatos sobre le inmortalidad: mitos, leyendas, evangelios…
Quizá sea que la vida nos parece demasiado pequeña, y por eso, constantemente oímos una voz en nuestro interior, que como Drácula, nos invita a perseguirla:
Wellcome to my house. Come freely. Go safely; and leave something of the happiness you bring!



domingo, 15 de abril de 2012

El Doble: Dostoievski


Voy el otro día, salgo del ascensor, y al torcer a la derecha me doy cuenta de que otro yo está torciendo a la izquierda. Me paro, le miro. Es igual. ¿Soy yo o es acaso ese de ahí el verdadero yo? ¿Habré confundido mis cereales con las pastillitas de colores que guardaba para la senectud? Completamente extrañado decido seguirme y espiarme. El otro yo va vestido exactamente igual que yo: mismos pantalones, misma camisa, misma corbata, hasta la misma mancha en el pantalón. Él parece totalmente indiferente a mí, no se percata de mi presencia. No sé, creo que debe de tratarse de algún programa de cámara oculta o algo así, al fin y al cabo no he conseguido verme bien la cara en el otro yo. Continúo con mi espionaje y decido comprobar a dónde va a esta hora de la mañana. Mi otro yo va bajando Santa Engracia hacia el metro, pica el billete y se va a la línea 4. Una vez en el vagón saca el mismo libro de Drácula que estoy leyéndome yo. Para no despertar sospechas me monto un par de vagones atrás y le miro de soslayo. Se baja en la última parada, Argüelles. De ahí toma el 133 y se apea en la parada de la UNED. No puede ser que vaya a mi mismo sitio. ¿Y si cada vez que me quedo escribiendo en casa este tipo se disfraza de mí y se va a trabajar a mi trabajo? ¿Y si no es un programa de cámara oculta sino un complot para quitarme del medio y suplantarme? Un sudor frío, e inodoro, comienza a recorrer los diferentes pliegues de mi rostro asustado. El mundo empieza a tambalearse a mi alrededor y me da vueltas. Mi seguridad se evapora en un simple Pluff! En el estupor, mi otro yo me ha ganado unas decenas de metros de distancia, así que decido correr para alcanzarle y acabar con esta farsa. Pero justo cuando salgo de la cuesta le veo hablando con Pastora, mi compañera de trabajo. Habla con ella como si nada, como si fuera yo. Es en ese momento cuando siento un peso terrible en las piernas, que supongo proviene de la densidad que está adquiriendo mi alma. Me acobardo y pensando que mejor será volver a casa y quedarme allí escondido hasta mañana, me doy la vuelta y me dirijo, de nuevo, hacia el autobús. Cuando voy llegando a casa, cabizbajo y atemorizado, me topo en la puerta con mi doble, vestido exactamente igual que yo. Ahora, de cerca, puedo verle claramente la cara, mi rostro. Ante mi expresión de estupefacción él me dedica un cordial saludo con una sonrisa maliciosa. Avanzamos conjuntamente hasta el ascensor, el uno con seguridad  y el otro como arrastrado por una inercia incomprensible. Abre el ascensor y me cede el sitio para que pase primero. Entro y con las lágrimas contenidas me miro la punta de mis zapatos. El ascensor comienza su ascenso. Pero no noto su presencia. Levanto la vista y no hay nadie detrás de mí. Entonces se me ocurre que…, giro lentamente la vista hacia el espejo y allí le veo, sonriente, seguro, casi divertido, con la mancha de café en la pernera contraria de mi pantalón.

Si os ha gustado no dejéis de leer El Doble


domingo, 8 de abril de 2012

Trópico de Cáncer: Henry Miller

Hace años, un idiota, que hacíase pasar por amigo de mi amable Sofía, le dijo que no se extrañaba de que estuviese deprimida, que lo que tenía que hacer era dejar de leer “esos” libros. Ese chaval nunca entendió dos cosas. La primera es que Sofía no estaba deprimida, vivía la tristeza. La segunda es que ningún amigo te dirá que dejes de leer buenos libros.


Ese París bohemio, esa América perdida llenaron muchas horas de mis lecturas en aquella época. Es extraño como uno cuanto más joven y enérgico más necesitado está de sentir la “nausea”. De aquellas lecturas oscuras y conversaciones insaciables, aunque muchas veces silenciosas, con Sofía pasé a otro tipo de contacto existencial. Me encontré con otro personaje vinculado a los Miller, Durrell, Nin y demás de este mundo.

Si Sofía fue mi Trópico de Cáncer, el de Capricornio fue sin duda Giusseppe (y quizás, posteriormente, Toni). Como recuerdo aquellas largas tardes en la Cava del Humulladero, y las más que incansables noches en las que ya no sabías donde meter tanto vino. Eso fue probar un poco del dulce néctar de la vida cancerígena. Dulce y caótica. Caótica de necesidad pues te lleva a romper con los canales convencionales del desarrollo personal. Te lleva a buscar otras cosas  y a poner en duda los valores preestablecidos. Aunque, al tiempo, te lleva a buscarte a ti mismo, a aprender a apreciar los defectos que te hacen único, a entender que no hay razón para que estés aquí, que no hay guía más allá de la que tú mismo te puedas construir: la segunda fase del existencialismo, la superación de la Nausea. Y a eso me ayudó mucho Toni, aunque él no lo sepa; pero fue Giusseppe el que, como Miller en su correspondencia con Durrell, me mostró lo que él ya había vivido. Toni y yo éramos no más que aprendices de otro aprendiz más viejo.


Antes, hablando de la segunda fase del existencialismo, dijo que no hay razón para estar aquí. Y eso es algo que bien comprendió Sísifo. Por eso, para sentirnos vivos, para sentirnos humanos, somos nosotros mismos los que debemos buscar y dar sentido a nuestra existencia. Como explicaba Sartre a todos los criticones de sofá en el París de la Postguerra, ese es el camino para alcanzar la tercera fase del existencialismo, en la que uno se da cuenta de que, lejos del Nihilismo, el existencialismo es un humanismo.

Llegar a ese humanismo es complicado. ¿Lo he alcanzado? No lo sé, supongo que en parte sí y en parte no. La nausea la sentí y la tristeza, aunque la tema, sé cómo vivirla. Cuestionar el camino y buscarme a mí mismo es algo que hago a cada paso. Haberle dado un sentido a mi vida…, creo que no, que aún no he encontrado ese sentido. Pero al menos, por el camino, me he encontrado con María.

Como escribía una olvidada amiga hace poco en facebook. Nota mental: recuperar a Sofía, Giusseppe y Toni.

jueves, 5 de abril de 2012

The rime of the Ancient Marinere: Coleridge


La vanidad humana lo domina todo. Pero el ser humano es pequeño, minúsculo. Aunque sólo nos damos cuenta de ello cuando nos perdemos en mitad del océano, nos aislamos en la cima de una montaña o nos quedamos absortos en la inmensidad de las estrellas.  Ese es el motivo por el que siempre la mar ha tenido un magnetismo especial con nosotros, los humanos. Es por ello que le damos ese significado de profundidad y plenitud. Por ello que hemos conseguido crear obras como “La mar” de Debussy o “El naufragio” de Turner. El hombre-Dios necesita entender su miseria para comprender que no es más que uno entre el resto de los animales. Necesita sufrir.

Hace años, caminaba, como todos los días, por el campus de la Universidad Autónoma. Iba de camino entre el tren y la facultad, sumido en mis pensamientos, como todas las mañanas. Pensando en mí miraba al suelo, a veces a la gente que pasaba a mi lado, sobre todo si era alguna chica adecentada. Pero sin más, miré hacia arriba, no hacia el cielo y dios, sino hacía la copa de los árboles y la luz que por ellos se filtraba. Y me sentí alegre, sin pensamiento, pero alegre. Sencillamente me sentí vivo, y que mis temas eran sólo eso, mis asuntos. Me quedé un rato mirando a las copas de los árboles y seguí caminando, pero andaba mientras miraba hacia arriba, no hacia abajo. Ese pequeño detalle cambió bastante mi vida. Entre otras cosas, cuando ando triste y melancólico, trato de mirar hacia arriba y disfrutar de lo que hay más grande que nosotros: las copas de los árboles, el aire frío, la lluvia, las estrellas, aquella luna enorme y anaranjada que aparece en Otoño… Supongo que la felicidad que se te transmite viene de sentirte un poco más natural, un poco más parte de todo esto; tan difícil de sentirlo cuando vivimos encerrados entre titánicos bloques de cemento y metal.

Así, que cuando esta mañana me he leído The Rime of the Ancient Marinere me he sentido identificado. No, no es identificado con el anciano marinero, no, me he sentido vinculado. He sufrido cuando ha matado al albatros con su ballesta, cuando ha muerto su tripulación porque la muerte les ha ganado una partida de dados, cuando el albatros muerto se ha liberado de su cuello para volver junto a las esmeraldinas serpientes marinas, cuando ha surcado los mares con vientos amigos y enemigos, cuando la tripulación ha vuelto de la muerte para guiar el velero y cuando ha naufragado. Pero sobre todo me he sentido vinculado cuando ha entendido lo minúsculos que somos, lo humildes que debemos ser. Para él la causa, el origen y el fin de todo era Dios. Yo no sé si Dios existe o no, tampoco me importa mucho, la verdad; lo que sí sé es que soy endeble, que soy insignificante, que sólo soy uno más de los animales que pueblan este mundo. Sé que debo ser humilde, porque sólo a través de la humildad alcanzo la grandeza. No, no la grandeza ante dios, sino ante mí mismo, sólo el que es humilde en su ser disfruta de la vida. ¿Por qué? Porque quedarte boquiabierto observando cómo crece una brizna de hierba, como se mueve el agua del mar que se acumula en una ola o como juega tu perro te da vida. Y porque si uno no es humilde no se sorprende y deja de apreciar todas esas pequeñas cosas que tanto valen. Porque si uno se descuida acaba disparándole un virote al dulce albatros que vuela siguiendo la corriente y eso es algo imperdonable.

Por fortuna tengo ahora algo tan fascinante a mi alrededor que no puedo para de sorprenderme. Algo que la sabia naturaleza hace, sin que nosotros nos podamos dar importancia. Eso, gracias a lo cual crece y se forma el bebé en el interior de María, es algo que no me permite dejar de sorprenderme, que me hace sentirme feliz y vivo, que me hace mirar a la copa de los árboles en lugar de al suelo, que me hace navegar por las estrellas infinitas y sumergirme en los fascinantes océanos.  



sábado, 24 de marzo de 2012

Propopías: Los puntos


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Pasadas ya las doce de la mañana un punto se revolcó y revolcó hasta convertirse en línea. La línea, harta de estar tumbada se erguió y junto su proyección en la sombra formó un triangulo. El triangulo se dividió por meiosis hasta convertirse en una preciosa pirámide tetraédrica. Fue en ese momento, cuando la pirámide, por un proceso de metempsicosis, se volvió a transformar en un triste punto.

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El punto sonrió acalorado, mirando con ternura las ardientes curvas de su compañera. La verdad la verdad es que para ser un signo de puntuación esa coma estaba tremenda. Carraspeó profundamente pensando en las incansables horas de sexo de las que podría disfrutar con semejante pausa y se acercó gallardo. La coma le miró con detenimiento, revisando cada pequeño pliegue de su redondez. Al final suspiró comprendiendo que ese no era más que un punto y seguido.

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Otro punto estaba esperando para entrar en la Real academia de la lengua. Esperaba intranquilo, pues llevaba allí más de dos horas. Le parecía increíble que no quisieran atenderle: con la cantidad de problemas que podría resolver. Finalmente vio su opción. Dos puntos con pase se apresuraban hacia la entrada y él, como si nada se coló a sus espaldas como si fueran unos amables puntos suspensivos. Al menos había conseguido entrar.

domingo, 18 de marzo de 2012

Tarás Bulba: Nikolai Gogol


 Recuerdo como hace muchos, muchos años, en la adolescencia, mis padres me compraron algunos libros de una maravillosa colección titulada “Tus libros”, de la editorial ANAYA. Eran libros clásicos, aunque muy accesibles, pues todos ellas eran de aventuras: Ivanhoe, Flecha Negra, Robín Hood… Y entre ellos estaba ese libro con unas fenomenales ilustraciones llamado Tarás Bulba.

Hace apenas unas semanas surgió en una conversación y nos preguntábamos quién era el autor del libro. De algún rincón semiolvidado de mi memoria surgió la asociación: Tarás Bulba, de Nikolai Gogol. Pero no estaba seguro, así que fui a ver si el libro estaba donde yo recordaba y lo encontré. Lo encontré y me llamó la atención tanto que me lo llevé a mi casa. Me traía tantos recuerdos de esas noches leyendo aventuras. Fue un momento de mi vida donde descubrí que había una tremenda cantidad de aventuras más allá del reino de Tolkien y R. A. Salvatore. Así que me lo volví a leer y disfruté como un enano.

Es un libro corto, de hecho suele venir editado dentro de un compendio de obras escogidas de Gogol. En el libro se cuentan los ires y venires de Tarás Bulba, un añejo coronel retirado y sus dos hijos, Ostap y Alexei. Cuenta también la historia de los cosacos de Kiev, la actual Ucrania, y sus vicisitudes con los invasores polacos, los tártaros y el imperio otomano. Habla también del honor, del amor, de la dignidad y del valor. Los rasgos que según Gogol definen a un cosaco, bueno, junto con manirroto, mujeriego, borracho y alborotador. Tarás Bulba es un libro lleno de descripciones apasionadas de los paisajes de la estepa que tienen tanto colorido y olor que al leerlos sientes estar ahí cabalgando a galope tendido sobre las verdes sendas de libertad.

Conforme avanzaban, la estepa iba adquiriendo mayor belleza. Toda la parte meridional que hoy constituye la Nueva Rusia hasta el mismo Mar Negro era una inmensidad de vegetación virgen. El arado no había pasado nunca por el inconmensurable oleaje de las plantas silvestres. Las habían hollado tan sólo los caballos que se ocultaban en ellas como en un bosque. No podía haber nada mejor en la naturaleza. Toda la superficie de la tierra era un océano verdigualda salpicado de miles de flores distintas. Entre los altos y delgados tallos de la hierba  traslucían los acianos de color celeste, azul o liliáceo; la ginesta amarilla lanzaba hacia arriba su inflorescencia piramidal; el trébol blanco salpicaba la superficie con sus umbelas, y una espiga de trigo, venida Dios sabe de dónde, maduraba en medio de todos ellos. Pegadas a la tierra correteaban las perdices alargando el cuello. En el aire vibraban miles de voces distintas de aves…”

Galopando libres en sus veloces corceles en busca de la camaradería de la Zaporozhie, de ahí, junto al ejército de Zaporogos a defender la dignidad de la verdadera religión frente a los agravios judíos y polacos. Asaltos, asedios, crímenes, traiciones, heroicidades… Además, otro de los grades atractivos de este relato es que su narración es la que más se asemeja a la de la Ilíada. Batallas en las que aparecen héroes cuyas hazañas son recontadas entre paréntesis antes del desenlace de su duelo con otro campeón polaco. Pero ante todo es un libro de carácter, un libro de personalidades, de lo que cada uno de nosotros prima en la definición de sí mismo. Y, me pregunto, ¿quién no querría, al menos en parte, ser Tarás Bulba? Ser alguien de quién al final de sus días, los jóvenes no dejen de hablar de ti, de tenerte como guía, como alguien que, aún después de muerto, puede ayudar a los que son de los tuyos.



domingo, 11 de marzo de 2012

El hombre que pudo reinar: Rudyard Kipling


Hermano de un príncipe y compañero de un mendigo ha de ser para ser digno
 Esta es una de esas aventuras que te transportan más allá de tus mundanas fronteras del día a día, una de las que te hacen ponerte un turbante en la cabeza y creerte el Gran Alejandro en mitad de un reino enterrado en el olvido. Peachey Taliaferro Carnehan y Daniel Dravot, ex-oficiales del real ejercito de su majestad, olvidados en las lejanas tierras en busca de cualquier aventura y beneficio. Dos hombres y varias mulas cargadas de rifles que se disponen a cruzar en el peor de los momentos una montaña imposible, el imposible que les separa de los sueños. Aquello que sería ya de por sí una aventura increíble es no más que el inicio de lo que más adelante será la verdadera historia de “El hombre que pudo reinar”. Y es interesante que la traducción haya sido realizada con la estructura de “el que pudo”, es interesante porque deja en claroscuro sobre si tuvo el poder de reinar o fue sólo una tentativa nula. En realidad lo que sí que hizo Daniel Dravot fue reinar sobre su propia vida y su decisión.


Decisión es lo que te lleva a avanzar, pero no lo que define el camino. El camino está muchas veces definido por otras cosas: cómo un puñado de supersticiones que pueden hacerte caer hasta lo más bajo o encumbrarte en el trono de un imperio. En este caso, algo tan sencillo como un amuleto de los masones: la escuadra y el compás, herramientas básicas para el diseño de las catedrales, y en el centro una “g” perteneciente a la palabra “gnosis”. Ese símbolo unido a la leyenda de Alejandro el Magno es la que hace que un hombre de carne y hueso como Daniel Dravot se transforme en un dios. ¿Y qué es lo único que puede derrotar a un dios? El amor ciego, al que no obedece ni el algebra, ni la gnosis, ni la razón. Ese es el otro gran elemento que conforma el camino por el que transcurre la voluntad de Daniel, y del resto de los hombres.

Siempre se dice que detrás de una gran guerra hay una pérfida mujer o una ignota doncella que desencadena el conflicto, como si ella fuese la causante, la mala. Supongo que es una explicación creada por los hombres que tenían el poder con el fin de justificar sus bárbaros actos y quedar exculpados de toda responsabilidad. Pero la verdad es que lo que hay detrás de toda gran guerra es una obsesión: por un hombre, por una mujer, por un cacho de tierra o por la gloria. En este caso, Kipling hace pendular la historia en perfecta armonía entre las tres fuerzas: la voluntad, el misticismo y la pulsión obsesiva del amor.
Pero si esos tres elementos son el esqueleto de la historia, la sangre que borbotea, el corazón que palpita es la amistad, la amistad indestructible entre Daniel Dravot y Peachy Carnehan. Amistad que dura más que la propia muerte.

Esta es una historia que me ha fascinado siempre, primero a través del a fantástica película interpretada por Sean Connery y Michael Kein y después a través del relato escrito. Es una historia que me ha emocionado, que me ha transportado, que me ha hecho vivir otras vidas e interesarme por un momento histórico muy alejado del mío. Es una historia que, sobre todo, me ha hecho prestar más atención a la voluntad con la que debemos afrontar la vida, a la cultura y lo desconocido que nos rodea siempre, al amor por el que debemos luchar cada segundo de nuestras vidas, aunque sobre todo… a la amistad. Me ha hecho prestar atención a todas estas cosas porque bajo ningún concepto quiero yo perderme una aventura como esta.





lunes, 27 de febrero de 2012

Primera página: Blancanieves


Una vez en medio del invierno, cuando los copos de nieve caían como plumas, estaba sentada una reina cosiendo junto a una ventana que tenía un marco de negro ébano. Y mientras estaba cosiendo y miraba la nieve se pinchó con la aguja el dedo y cayeron tres gotas de sangre en la nieve. Como el rojo era tan hermoso en la nieve pensó para sí: 

"¡Ojalá tuviera yo una hijita tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y ten negra como la madera del marco!"

Poco después tuvo una hijita tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y de cabellos tan negros como el ébano, por eso la llamó Blancanieves. Después de nacer la niña, murió la reina. Transcurrido un año, el rey volvió a tomar otra esposa. Era una bella mujer, pero tan orgullosa y soberbia, que no podía aguantar que nadie la superara en belleza. Tenía un espejito mágico, y cuando se colocaba ante él y se miraba decía:

"Espejito, espejito, 
dime una cosa: 
¿Quién de estos contornos en 
la más hermosa?"

El espejo contestaba así:
"Reina y señora,
vos sois de estos contornos
la más hermosa"
(...)
Una niña de siete años perdida en el bosque porque su madrastra (malas mujeres las madrastras) quiere arrancarle los pulmones y el hígado con tal de mantener su titularidad en la belleza. La crueldad de esta mujer es indiscutible. Es mala, quizás el arquetipo de mujer malvada. Todos recordamos este cuento en el que la heroína y la tirana compiten por estar en la cima de nuestros recuerdos, pero la verdad es otra muy distinta. No mucho nos importa Blancanieves, de por sí un poco sosa, ni la madrastra, simple como una hoja, lo que de verdad nos cautiva son los increíbles enanitos. Bien sea disney, un cuento ilustrado o ya su propia descripción literaria. De hecho, el cuento se llama simplemente Blancanieves, pero tanto poder tienen estos barbudos enanos que popularmente se acoplan el título como un apellido decoroso: Blancanieves Y LOS SIETE ENANITOS. 


Pensando en esto te das cuenta de que muchas veces, en la vida, aquello que más te llama, que más te hace disfrutar, con quienes compartes más cosas no son con los sosos y simples protagonistas de la historia, sino con los secundarios: los enanitos del mundo. La mayoría de nosotros parecemos ser esos personajes de ficción que no vienen tan bien descritos salvo por contraposición. Blancanieves es una tonta y simple niñata, asustada y crédula, cosas que los enanitos no son. Eso quiere decir que son inteligentes, complejos y perspicaces. La reina es malévola, cruel, engreída, narcisista, así como psicótica y obsesiva. Por lo que los enanos, que no cumplen con ninguno de estos rasgos, serán buenos, cándidos, altruistas y equilibrados. Es decir son la bomba. Y, bueno, eso somos nosotros, los secundarios, los enanos del mundo. Unos tipos descriptos en profundidad por la contraposición a aquellos que gobiernan nuestras historias, unos tipos horados, equilibrados, amables y sinceros. Vamos, en definitiva, somos esos personajes que dignificamos al ser humano. Por ello, brindo por los eternos secundarios. A mi parecer sólo nos falta una cosa: ser verdaderos enanos.

viernes, 17 de febrero de 2012

Propopías: La cabeza del elefante

No suelo escribir los viernes, pero tras la noticia de ayer, la matanza de 200 elefantes para cambiar colmillos por dinero, me sale un noséqué...


Un día, un elefante cabezón, como lo son todos, la verdad, miraba tranquilo su amada tierra. Miraba con esos ojos viejos y llenos de historias, de caminos y olores, de recuerdos, casi uno podría decir que de la memoria genética de su especie. Y allí estaba, de píe, al sol, tranquilo, disfrutando de la nada. Junto a él estaban sus jóvenes crías, con esa cara de cachorro que no pueden contener. ¿Cómo algo tan grande puede parecer tan pequeño? La verdad es que no lo sé, pero ahí estaban, juguetones topeteandose con su madre que miraba contenta el vacío. Un poco más allá estaba el resto de la manada y la matriarca. También relajados, plácidos, unos tomando el sol, otros revolcándose en el barro y en el polvo, otros arrancando algunas ramas de una Acacia solitaria, otros sencillamente dormitando. 

De repente todos se pusieron en alerta. erguidos, reunidos en torno a sus madres. Estaban en alerta, pero no asustados. Los elefantes no se asustan de nada, de nada salvo del demonio blanco o negro. Así que no sería tan grave. Y no lo era en absoluto. Allí a lo lejos aparecía la impresionante silueta de Dionsios, el macho más majestuoso que había conocido la manada. Dionisios, tras meses perdido en la sabana volvía a aparecer con claras intenciones de aparearse y traer al mundo a otro magnífico descendiente de su estirpe. 



¿Cómo habría podido sobrevivir? Muy sencillo, los guardas le habían cortado los colmillos para que pudiese seguir viviendo.



martes, 14 de febrero de 2012

Propopias: Aventuras en el más allá

Los dedos tappeaban por la cubierta de cuero del libro. Luego se paraban. Rascaban suavemente los ajados relieves y volvían a tu tappeteo. Había que tomar una decisión. Pararon. Tappeteo. Parada. Lo o le volví a mirar atónito. Pero sí, allí estaba. ¿Cómo no iba a estar si llevaba veinte minutos hablando con él?. Fue en ese momento cuando tomé la decisión y acepté el ofrecimiento, aunque aún no lo sabía. Recuerdo como la figurilla de tinta sonrió en la oscuridad de su cara, como si hubiese elegido la opción incorrecta. Luego, con su voz de páginas añejas dijo: "Has elegido bien". Le volví a mirar. Una figura de 35 centímetros compuesta enteramente de tinta, casi parecía un muñeco o una sombra, sólo que se movía y hablaba.

Siempre había querido vivir una de esas emocionantes aventuras, pero esto podía ser demasiado. ¿No era demasiado alto el precio que tenía que pagar? ¿Cambiar mi vida por la suya? 
La verdad es que mi vida era tremendamente anodina. Ya no me importaba casi nada y llevaba años viviendo solo. Pero dejar de vivir... o sería vivir otra vida. El muñeco de tinta me miraba ávido con sus ojos plenos de pupila. Comencé de nuevo con el tappeteo. El libro parecía apasionante. Uno de esos libros viejos con páginas crujientes y amarillentas que te llaman. 
La figura tinturesca se empezó a impacientar y me acercó el contrato con bastante brusquedad. "No le des más vueltas, con la vida que tienes...", me dijo. Lo acercó un poco más. "Piensa en la gloria, en las mujeres, en la amistad más allá de la muerte". Mis ojos comenzaron a mirar al vacío y él supo que había ganado.

Cogí la pluma y firmé. Una punzada hiriente me laceró las venas de la muñeca y mi sangre apareció en la punta de la pluma. Y la pluma comenzó a escribir en la primera página. Mis dedos ya no tappeteaban, no acariciaban ni rascaban. Mis dedos estaban cada vez más inertes, al igual que el resto de mi figura que iba desapareciendo al quedarse sin sangre. Con el último reojo pude apreciar como la figura de tinta se incorporaba en una preciosa joven. 


Hoy estamos aquí con la preciosa joven Carla Grunding, escritora de éxito que presenta hoy su apasionantes tercera de "Aventuras en el más allá". Dígame, Carla, ¿cómo ha conseguido escribir en tan poco tiempo estos auténticos best-sellers? 


domingo, 5 de febrero de 2012

La Ratesa: Gunter Grass



¿Alguna vez alguien os ha regalado una rata? Un ratoncillo, un hámster, una cobaya, eso sí, ¿pero una rata? ¿Qué podría pasar si un desalmado te regala una rata? De repente una noche te sumerges en los sueños y te embargan las pesadillas…

Y allí te encuentras, en un mundo sumido en un holocausto nuclear creado por una coalición de las ratas a las que el ser humano entrenó para neutralizar cualquier tipo de ataque atómico proveniente de las otras naciones enemigas. Único superviviente, narrador omnisciente, que observa desde su cápsula espacial el desarrollo de la nueva especie. Desrratización progresiva, humanización paulatina: degeneración.

Y también en otro mundo, uno en el que las hadas y seres mágicos de los hermanos Grimm se reúnen junto al castillo de Cenicienta para sabotear la destrucción que los humanos quieren hacer de este enclave mágico. La aniquilación de la fantasía.

Y finalmente, en un tercer mundo en el que un tambor viejo de hojalata nos cuenta las miserias de la humanidad a través de un antiguo videoclub.

La ratesa, el primer libro de Gunter Grass que cayó en mis manos. El primero de muchos, porque me enganché, me hipnotizaron esas tramas semidesnudas de fantasía gris y humana. Esos Rodaballos divinizados que nos cuenta la historia de los hombres y las mujeres a través de un avinagrado juicio. Esa cámara que realizar fotos vivas de aquello que no ha ocurrido. O esa abuela de Óscar Matzrath que escondió bajo los nueve pliegues de su falta al progenitor de la madre del que sería dueño del tambor de hojalata. Historias todas ellas que se te meten en la piel y te desangran. Las sueñas una y otra vez; por mucho tiempo que transcurra, no las olvidas; incluso, aunque no te hayan regalado una rata.

Las ratas, pensándolo un poco te das cuenta de que ellas sí que saben cómo funciona el mundo.  Cavan hasta el lugar más recóndito del subsuelo, acumulan comida y taponan los agujeros por los que la radiación podría alcanzarlas con las ratas más viejas, gordas y moribundas que pueden encontrar. Todas ellas voluntarias. La única manera con la que salvar una especie. ¿Cínicas? ¿Eugenésicas? ¿Racionales? ¿Especie portadora del Gen Egoísta? No lo sé, pero si hay un holocausto nuclear, queda claro que sólo las ratas, y muy posiblemente las cucarachas, sobrevivirán. Lo cual es extraño, porque pensando en lo glamuroso de dichas especies, casi podrías esperar que dejaran un hueco a la especie humana, pues sin duda está a su altura.

Lo mejor de todo es que el futurible del mundo de la Ratesa no ha llegado aún a pasar, sino que son sueños de un pequeño humano a quien un infeliz amigo le regaló una rata. Y en su noche de inconsciencia vio el apocalipsis; o el futuro; o la necesaria katarsis de nuestra especie; o el aviso; o el camino a seguir; o, quizá, tan sólo vio lo que dos alocadas ratas querían que viera, mientras se partían de risa viendo como sudaba en la cama.

Ahora, sólo por un momento imaginaos que en lugar de que un humano le regalara una rata a otro fueran dos ratas las que se hubiesen regalado un humano: ¿Deshumanización progresiva, ratización paulatina: generación?

sábado, 28 de enero de 2012

Sharpe: Bernard Cornwell



STEADY LADS!

STEADY!
Hold fire, hold fire until command.

Steady!
Sargent, FIRE!
FIRE!

Horizontes llenos de humo, sol ardiente sobre las cabezas cansadas cuyos ojos agrietados de tanto observar el campo de batalla se entrecierran enrojecidos. En el fondo la lejana colina por donde aparecerá el ejército enemigo. Hombro con hombro, silenciosos aguardan aquellos soldados, de los cuales muchos estarán al alba muertos y comidos por los buitres. Las casacas abotonadas, las botas pulidas, los rifles preparados para entrar en acción, al frente su capitán: Richard Sharpe.  
Sharpe, el hombre al que su valor le concedió el rango al que sólo aspiraban los ricos y los nobles, el hombre que aprendió a luchar en la más profunda cloaca y acabó derrotando al mismísimo Napoleón. Desde Flandes a España y Portugal, pasando por la India y luchando como un bravo en la batalla de Trafalgar. Sharpe, el hombre del General Wellington.

Estar sólo en la batalla, esperando la carga de la infantería francesa. Saber que todo en esa guerra es esperar, aguantar y disparar. Si tu unidad aguanta y recarga lo suficientemente rápido como para disparar 5 rondas, entonces la victoria es tuya. Pero si vacilas un solo segundo, si tus hombres dudan, entonces todos acabaréis muertos.
Pero lo peor viene cuando es algún ricachón de Londres que quiere ganar gloria y fama en la batalla quien, con su dinero, compra el cargo de comandante o general y dirige tu ejército. Acunados nobles sin cultura militar, sin estrategia, sin valor.  Cobardes y engreídos ricachones que sólo saben azotar a los soldados para sentirse superiores. Y Sharpe sabe que “flagged soldiers just know how to run”. Cuántos buenos hombres murieron por estos oficiales asesinos. Cuántas batallas se perdieron por tener que obedecer a quien no sabe luchar por sí mismo. Cuántos soldados tuvieron que acatar una orden estúpida sabiendo que era su sentencia de muerte.
Pero no todo en esta vida está fijado con una lanza al corazón del soldado, pues también era durante estas guerras en los que los soldados vivían su vida,  pues duraban largos y numerosos años. Allí también había amor, exotismo, pasión, lujuria, amistad e incluso familias que les seguía por los caminos tortuosos. “The needle”, Teresa, la más valiente mujer del ejército partisano, hiriente como una aguja, comandante Teresa. Y qué decir de la amistad, del Sargento Harper, el irlandés más irlandés que ha parido madre. Y los “Chosen ones”, todos ellos leales compañeros que se dejaron su último aliento junto a sus amigos.
Bajo ningún concepto me gustaría estar en una guerra, no quisiera vivir en esas épocas, pero leerlas, leerlas sí. La gloria, el heroísmo, la aventura, la agonía, la desesperación que acaba en triunfo. Aunque la historia humana sea triste, aunque las muertes sean las damas de honor de la guerra, aunque desaparezcan los seres queridos entre las páginas amarillentas de los libros, aunque el sufrimiento y el dolor se marque en cada una de las letras, aún así me gusta leer estas historias bélicas. Vivirlas y ser por unos momentos Sharpe, el hombre que se apoderó del “Águila” de Napoleón.  



domingo, 22 de enero de 2012

Once Upon a Time



Un día cualquiera, la verdad es que no consigo recordad si era lunes, martes, miércoles, la verdad ni idea, me levanté sin más, como todos los otros días. Pero no era así, algo en mi interior me hacía sentir diferente. ¿El qué podría ser?, quedaba fuera de mi raciocinio. De hecho, lo único que yo notaba es que estaba un poco diferente: ni mejor ni peor, diferente. Me miré en el espejo y ahí estaban mis dos ojos, mi nariz y mi boca, todo correcto. Mis pies también parecían estar donde tenían que estar, dentro de sus zapatillas peludas. Brazos, correctos. La barriga ni más ni menos hinchada que el día anterior. En realidad yo podía decir que era yo, aunque no me sentía el mismo yo que ayer. Tampoco es que haya sido nunca un hombre que me haya dado por pensar mucho, negarlo sería una tontería. Así que me tomé mi café, que me supo un poco diferente, arranqué mi coche y me piré a trabajar porque con la tontería llegaba ya un cuarto de hora tarde. Puse la radio en la frecuencia de todos los días, eso sí, la voz que salía tenía un eco… apagué la radio. Entonces lo oí: Dong, Dong, Dong, Dong, Dong, Dong, Dong, Dong…; las ocho. El reloj de la iglesia, por primera vez en 33 años, había sonado. ¿Sería fruto de las últimas elecciones municipales? Mira que me extrañaba.

Sin darme mucha cuenta fui decelerando mi destartalado Chevrolet (coche que me había comprado únicamente por cómo sonaba su nombre) hasta detenerme. De repente, un impulso en la pierna derecha, otro en la mano, y sin saber cómo había abierto la puerta y me precipitaba hacía el asfalto. Mis pies iban solos, y os puedo asegurar que eso sí que era raro. Afortunadamente mi cuerpo seguía pegado por la cintura, de forma que pude seguirles. En mi deambular caótico que me dirige hacía la torre del reloj me doy cuenta de que no voy solo. Mis ojos se giran para mirar fijamente a un hermoso “Pepito grillo” vestido de Tweed. No puede ser, parpadeo numerosas veces, pero no hay cambio, es una certeza, ni mota ni alucinación, es Pepito Grillo. El susodicho me mira sonriente y eleva su paraguas en señal de saludo. Mi cara, totalmente desbordada de sorpresa no consigue devolver el saludo. Mis piernas, que me habían concedido este sorprendente receso vuelven a la carga y me presionan hacía el reloj. Y entonces sí, sí que los veo. ¡A todos ellos: Caperucita (que buena que está la moza), Cenicienta, Geppetto, el Hada Madrina!!!

¡Dios! ¡Flipo! Estoy completamente seguro de que esta transmutación, esta metempsicosis de cuento no se debe en absoluto a las elecciones municipales. ¿Qué diablos ha pasado?
Y PLUFFF, fue en ese preciso momento cuando me convertí en calabaza.

sábado, 14 de enero de 2012

I Want it All: Queen




I WANT IT ALL

Adventure seeker
on an empty street,
just an alley creeper, light on his feet.
A young fighter screaming, with no time for doubt
with the pain and anger can’t see a way out.
"It ain’t much I’m asking", I heard him say,
gotta find me a future move out of my way.
I want it all, I want it all, I want it all, and I want it now.

I want it all, I want it all, I want it all, and I want it now.

Listen all you people, come gather round,
I gotta get me a game plan, gotta shake you to the ground.
Just give me what I know is mine,
people do you hear me, just give me the sign.
It ain’t much I’m asking, if you want the truth,
heres to the future for the dreams of youth.
"It ain’t much I’m asking", I heard him say,
gotta find me a future move out of my way.
I want it all, I want it all, I want it all, and I want it now.

I want it all, I want it all, I want it all, and I want it now.

Im a man with a one track mind,
so much to do in one life time (People do you hear me)
Not a man for compromise and where’s and why’s and living lies,
So I’m living it all, yes I’m living it all,
and I’m giving it all, and I’m giving it all.
"It ain’t much I’m asking", I heard him say,
gotta find me a future move out of my way.
I want it all, I want it all, I want it all, and I want it now.

I want it all, I want it all, I want it all, and I want it now.


Aventureros en las calles gritando libertad. No pedimos lo imposible, sólo lo que sabemos que es nuestro: el futuro. Y lo queremos ya. Somos millones, millones de jóvenes pidiendo justicia, libertad, pidiendo acción y que nuestros sueños de juventud se puedan cumplir. No queremos seguir siendo luchadores callejeros que andan de puntillas por las calles sombrías, no queremos estar hundidos bajo la presión de gobiernos corruptos que no saben lo que es caminar. Queremos que nos dejéis decidir y lo queremos ya.

Todos esos senescales grasientos y barrigones, todos esos politicuchos llenos de agravios cometidos, todos esos banqueros sin alma, muñecos de paja enmohecida, se os ha acabado el tiempo. Hemos venido a por vosotros y hemos llegado ya. El 15 M, la primavera Árabe, las revoluciones ciudadanas son sólo el principio. La nueva hegemonía no la va a tener China, ni EEUU, ni el FMI, ni Moodys, no la va a tener la gente, la gente que unida va a salir a las calles a reclamar lo que es suyo. Cientos de miles de almas en cada calle reclamando a voz en grito ese I want it all and I want it now con la fuerza de 10.000 voces de Freddie Mercury.

Uno sólo en la calle, está escondido, está asustado y está vendido. Pero si ese uno se coge de la mano de un amigo, y ese amigo de otro y de otro y de otro. Y los diferentes grupos nos vamos haciendo uno, entonces no nos podrán parar, nos escucharán porque si no seremos nosotros los que dejaremos de escucharles a ellos. Hay demasiado que hacer para una sólo vida, pero dejaremos nuestro legado para un mundo más justo en el que los nacidos no tengan que esconderse en los oscuros callejones mendigando libertad.

Queremos trabajar, y queremos hacerlo dignamente, queremos poder cobijarnos y queremos que esas casas no nos amarguen la felicidad, queremos poder respirar aire y que ese aire no sea nocivo, queremos caminar entre bosques, navegar en mares sin plomo, poder sentarnos con los amigos y mirarles a la cara, poder coger sus manos, queremos poder tomar decisiones compartidas y que ningún engreído abuse del poder que nadie sabe cómo ha conseguido. Queremos poder gritar y que nadie nos calle, queremos no tener que evadirnos en el alcohol y la noche del fin de semana, queremos no llegar a casa angustiados y con sensación de fracaso, de que nuestra vida no vale nada. Somos jóvenes, somos válidos, sabemos mucho sobre el mundo y queremos cambiarlo. No es justo que la gente preparada tenga que hacer cola en el paro en lugar de ponerse su bata y entrar como un obseso en el laboratorio con la pipeta en la mano, no es justo que una persona tenga que trabajar 12 horas al día para llevar un jornal mientras unos frescos se atiborran a dinero con pensiones millonarias y corruptas, no es justo que nos pidan estar orgullosos de una democracia a la que le falta levadura y horneamiento, no es justo que nos aparten de todo aquello que afecta a nuestra vida. Y como no es justo no lo vamos a permitir. Lo repito, atentos gordos banqueros y políticos corruptos, porque vamos a por vosotros. Iremos desde las calles a las que nos echasteis, pero esta vez no iremos de puntillas, no iremos con la cabeza baja, no iremos en silencio.

Este es el inicio, la marea verde, la marea blanca, el 15 M, la primavera árabe… aún tenéis el poder y creéis que no podemos quitároslo. Pero vamos a por vosotros. Como diría Paul Moabdib en el Dune de Frank Herbert rodeado de miles de Freemen: ¡Emperador! ¡Vamos a por ti! vamos a por ti.