Ese París bohemio, esa América
perdida llenaron muchas horas de mis lecturas en aquella época. Es extraño como
uno cuanto más joven y enérgico más necesitado está de sentir la “nausea”. De
aquellas lecturas oscuras y conversaciones insaciables, aunque muchas veces
silenciosas, con Sofía pasé a otro tipo de contacto existencial. Me encontré
con otro personaje vinculado a los Miller, Durrell, Nin y demás de este mundo.
Si Sofía fue mi Trópico de
Cáncer, el de Capricornio fue sin duda Giusseppe (y quizás, posteriormente, Toni).
Como recuerdo aquellas largas tardes en la Cava del Humulladero, y las más que
incansables noches en las que ya no sabías donde meter tanto vino. Eso fue
probar un poco del dulce néctar de la vida cancerígena. Dulce y caótica.
Caótica de necesidad pues te lleva a romper con los canales convencionales del
desarrollo personal. Te lleva a buscar otras cosas y a poner en duda los valores
preestablecidos. Aunque, al tiempo, te lleva a buscarte a ti mismo, a aprender
a apreciar los defectos que te hacen único, a entender que no hay razón para
que estés aquí, que no hay guía más allá de la que tú mismo te puedas
construir: la segunda fase del existencialismo, la superación de la Nausea. Y a
eso me ayudó mucho Toni, aunque él no lo sepa; pero fue Giusseppe el que, como
Miller en su correspondencia con Durrell, me mostró lo que él ya había vivido.
Toni y yo éramos no más que aprendices de otro aprendiz más viejo.
Antes, hablando de la segunda
fase del existencialismo, dijo que no hay razón para estar aquí. Y eso es algo
que bien comprendió Sísifo. Por eso, para sentirnos vivos, para sentirnos
humanos, somos nosotros mismos los que debemos buscar y dar sentido a nuestra
existencia. Como explicaba Sartre a todos los criticones de sofá en el París de
la Postguerra, ese es el camino para alcanzar la tercera fase del
existencialismo, en la que uno se da cuenta de que, lejos del Nihilismo, el
existencialismo es un humanismo.
Llegar a ese humanismo es
complicado. ¿Lo he alcanzado? No lo sé, supongo que en parte sí y en parte no.
La nausea la sentí y la tristeza, aunque la tema, sé cómo vivirla. Cuestionar
el camino y buscarme a mí mismo es algo que hago a cada paso. Haberle dado un
sentido a mi vida…, creo que no, que aún no he encontrado ese sentido. Pero al
menos, por el camino, me he encontrado con María.
Como escribía una olvidada amiga hace poco en facebook. Nota mental: recuperar a Sofía, Giusseppe y Toni.
No hay comentarios:
Publicar un comentario