domingo, 8 de abril de 2012

Trópico de Cáncer: Henry Miller

Hace años, un idiota, que hacíase pasar por amigo de mi amable Sofía, le dijo que no se extrañaba de que estuviese deprimida, que lo que tenía que hacer era dejar de leer “esos” libros. Ese chaval nunca entendió dos cosas. La primera es que Sofía no estaba deprimida, vivía la tristeza. La segunda es que ningún amigo te dirá que dejes de leer buenos libros.


Ese París bohemio, esa América perdida llenaron muchas horas de mis lecturas en aquella época. Es extraño como uno cuanto más joven y enérgico más necesitado está de sentir la “nausea”. De aquellas lecturas oscuras y conversaciones insaciables, aunque muchas veces silenciosas, con Sofía pasé a otro tipo de contacto existencial. Me encontré con otro personaje vinculado a los Miller, Durrell, Nin y demás de este mundo.

Si Sofía fue mi Trópico de Cáncer, el de Capricornio fue sin duda Giusseppe (y quizás, posteriormente, Toni). Como recuerdo aquellas largas tardes en la Cava del Humulladero, y las más que incansables noches en las que ya no sabías donde meter tanto vino. Eso fue probar un poco del dulce néctar de la vida cancerígena. Dulce y caótica. Caótica de necesidad pues te lleva a romper con los canales convencionales del desarrollo personal. Te lleva a buscar otras cosas  y a poner en duda los valores preestablecidos. Aunque, al tiempo, te lleva a buscarte a ti mismo, a aprender a apreciar los defectos que te hacen único, a entender que no hay razón para que estés aquí, que no hay guía más allá de la que tú mismo te puedas construir: la segunda fase del existencialismo, la superación de la Nausea. Y a eso me ayudó mucho Toni, aunque él no lo sepa; pero fue Giusseppe el que, como Miller en su correspondencia con Durrell, me mostró lo que él ya había vivido. Toni y yo éramos no más que aprendices de otro aprendiz más viejo.


Antes, hablando de la segunda fase del existencialismo, dijo que no hay razón para estar aquí. Y eso es algo que bien comprendió Sísifo. Por eso, para sentirnos vivos, para sentirnos humanos, somos nosotros mismos los que debemos buscar y dar sentido a nuestra existencia. Como explicaba Sartre a todos los criticones de sofá en el París de la Postguerra, ese es el camino para alcanzar la tercera fase del existencialismo, en la que uno se da cuenta de que, lejos del Nihilismo, el existencialismo es un humanismo.

Llegar a ese humanismo es complicado. ¿Lo he alcanzado? No lo sé, supongo que en parte sí y en parte no. La nausea la sentí y la tristeza, aunque la tema, sé cómo vivirla. Cuestionar el camino y buscarme a mí mismo es algo que hago a cada paso. Haberle dado un sentido a mi vida…, creo que no, que aún no he encontrado ese sentido. Pero al menos, por el camino, me he encontrado con María.

Como escribía una olvidada amiga hace poco en facebook. Nota mental: recuperar a Sofía, Giusseppe y Toni.

No hay comentarios: