sábado, 15 de diciembre de 2012

El soldadito de Plomo: Andersen



Y lo único que quedó fue una lentejuela de cristal y una bolita de plomo. Ahí quedaron abandonadas, aunque unidas, la bolita y la lentejuela: corazones perdidos de una doncellita de papel y un cojo soldadito de plomo. Abandonados, tirados, arrinconados entre las cenizas y el polvo de una ajada chimenea, olvidados. 

Y tanto frío hacía que la lentejuela empezó a temblar. Y tanto frío hacía que la bolita de plomo comenzó a vibrar. Y con tanto temblor y vibración la lentejuela y la bolita comenzaron a apretarse y apretarse y a apretarse aún más. Tanto se apretaron que en una mitosis inversa consiguieron transformarse en un  solo ente, mitadbolita-mitadlentejuela. 

Una fusión tan increíble que tras la reacción, tremendamente exotérmica, una fuerte llamarada explotó, incendiando la toda la chimenea. Y tras la chimenea se prendieron las cortinas. Y tras las cortinas, el suelo, y la cama, y las patas de la mesa. Calor y más calor, y más calor todavía. Rojo fuego.

Y de fondo bramando aterradora la voz de David Bowie “Put them on fire with gassoline”. Todo ardió, toda la casa en llamas, toda la casa consumiéndose a 451 ºF has que se transformó en una deflagradora bola de fuego mayor que la que jamás imaginó Fizban el mago. Tras la explosión, una plomiza lluvia de fino cristal cubrió todo el suelo. 

Finalmente, del sorprendentemente pequeño depósito de ceniza salieron caminando del brazo una preciosa doncellita de papel y un valiente soldadito de plomo cojo.



¿Y el Troll? Pues dónde iba a haber quedado un troll después de tanto fuego… 


 


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