Avalon.
Arturo.
Merlín.
Así como otros tantos caballeros, brujas y criaturas de
ensueño.
El mundo artúrico es fascinante por sus historias, por sus
personajes, por su magia… Pero no sólo por eso, también lo es por la esperanza
que representa. Cuando Arturo se retira moribundo a la isla perdida de Avalon
promete volver en la hora más oscura para salvar a Britania de su perdición. ¡Qué
imagen sería ver ahora volver a Arturo en su barco dorado cargando contra los
gobiernos y los bancos! En un santiamén cientos de caballeros recompondrían la
Tabla Redonda y volvería la paz y la dignidad. Nadie podría negarse ni
criticarle, porque su vuelta sería divina. ¿Quién no acepta como mágica la
presencia, en las abarrotadas carreteras, de un caballero de hace quince siglos
cargando con su poderosa Excalibur y portando sobre su cabeza el Santo Grial? Si esto ocurriera se constatarían dos hechos:
el primero, que estamos en la era más oscura, y no por la gravedad de la
situación sino por la pérdida de valores; el segundo es que estaríamos salvados,
pues ninguna criatura mítica vuelve a la vida para perder.
¿Cómo sería volver a
vivir en un Camelot, aunque no tuviera muros de oro?
Pues, aunque haya que lamentarlo, al menos por el momento,
Arturo no ha regresado, no. Parece que sigue convaleciente en su Isla perdida,
junto a su dama del Lago, pensando en Ginebra y sus caídos caballeros. Quizás
esté sencillamente enterrado en el fondo del Canal de la Mancha o en cinco
sitios diferentes siendo Arturo no más que la unión historia de cinco generales
Britones. Quizás nunca haya existido, quién sabe. Pero lo que sí sé es que otro
Arturo ha venido a este mundo. Un Arturo lleno de fuerza y de magia. Un Arturo
noble y sabio. Un Arturo cuyo lema del escudo de armas reza: Dignidad en el
corazón. Ese Arturo no cambiará el mundo, no irá a caballo cargando contra
banqueros y políticos corruptos. No. Pero espero, que como sus padres, ese Arturo
intente hacer que la vida de la gente que tiene a su alrededor sea un poco mejor.
Quién sabe, a lo mejor dentro de quince siglos, un fanático
piense en su dictáfono cerebral un cuento sobre el bravo y noble Arturo que nació
en el siglo XXI y ayudó al mundo a ser un poco más justo. Quizás también éste jurase
volver a este mundo cuando las cosas se torciesen de verdad.
¿Merlín?
¿Avalon?
¿Por qué no Arturo?