viernes, 29 de julio de 2011

La princesa prometida


Fue hace un par de años, aunque puede que más, pero recuerdo perfectamente lo que fue compartir ese momento.

Hay libros para leerlos cuando buscas algo dentro de ti, otros para emocionarte y vivir sus aventuras o para transformar tu mundo en otro durante las vacaciones. Éste, en cambio, no es ninguno de esos, es un libro para leerlo con otra persona, para compartirlo; no hay muchos de ese tipo.

Desde el momento en el que abres la primera página esa maravillosa película homónima te viene a la mente. Pero es justo en esas primeras páginas cuando comprendes que este libro es capaz de superar incluso a esa gran película: el Español, el gigante André, Billy Cristall, Buttercup, Buttercup, Buttercup y el temible pirata Roberts que no hace prisioneros. Pero también hay mucho más.


Mucho más: aún recuerdo todos esos buenos momentos y risas, noche tras noche junto a ella. La magia de un libro para apagar el poder de la televisión y unirnos en sus aventuras. Esa dulce cara acaramelada y sonriente con ojillos que dudaban entre el sueño y la emoción.

Primera jornada, risas, un sorprendente prólogo de William Goldman que más bien parece un maravilloso relato de humor con el que enseñarte a leer el libro.

Y ahí estábamos los dos, en nuestra nueva casa, en nuestro pequeño oasis nocturno que nos permitía refrescarnos de las obsesivas tesis bajo un dulce olor a buganvilla.
Cada vez que veo el canto del libro en la estantería pienso automáticamente en esos momentos, me acuerdo de todo lo que te quiero.

¿Quién no ha soñado alguna vez con vivir dentro de un cuento de hadas tan maravilloso y divertido como ese? Un cuento que puedes disfrutar al máximo, pues sabes que al final todo saldrá bien. Puedes echarte a buscar, sin miedo, al hombre de los seis dedos y gritarle a la cara: hola, me llamo Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir.

Un libro infinito y compartido, un libro al que siempre se quiere volver, como a ti, a mí, a nosotros. Y si alguien más quiere probar, ya sabe, no tiene más que abrir el libro y empezar.

sábado, 16 de julio de 2011

Let England Shake

La muerte siempre ha sido un tema tabú para mí, no me gusta hablar de la muerte, no me gusta saber de ella, ni que se mencione demasiado. Las películas en las que se mata a gente no las soporto. No me refiero a las escenas holiwoodienses en las que un increíble personaje totalmente alejado de la realidad mata a destajo a cien mil personas, ni las escenas desagradables en las que se recrean algunos que se consideran directores. Me refiero a la muerte, la muerte de las personas u otros animales cuando te los crees, cuando una parte de ti siente esa pérdida, esa línea que se corta abruptamente en un barranco de la nada. Aún así, hay en determinados momentos algunas obras sobre la muerte a las que les veo sentido, me impactan y hasta consiguen hipnotizarme, atontando todos mis sentidos en una muerte dulce y melancólica.
Este tipo de enganche me está pasando mucho últimamente con P.J. Harvey, tanto con el White Chalk, como con el Let England Shake, sobre todo con este último. Es como quedar hechizado con los ojos entornados mirando un vacío que te mece suavemente como olas de viento templado y húmedo. Te transporta a otro lugar, a otro momento, con otro cuerpo, etéreo quizás, que aunque parezca incongruente contigo, sabes que no lo es. Cuando escuchas el xilófono misterioso de Let England Shake, o las cuerdas pesadas de The words that maketh murder te transportas a otra época, la época de la epopeya y la gloria del Imperio Inglés. Honor, valentía, heroísmo, batallas, ideología… pero esta música te quita la máscara propagandística que la historia nos ha tendido sobre los ojos, mostrándonos lo que hay tras esas palabras vacías. What is the glorious fruit of our land?/ Its fruit is deformed children/ What is the glorious fruit of our land?/ Its fruit is orphaned children”.
¿Quién es ese héroe soldado, el soldado desconocido? “I have seen and done things I wants to forget”. Qué fácil es soñar con otros mundos de fantasía, en los que luchas contra diversos enemigos siendo tú ese campeón, ese personaje que has leído tantas veces o visto en el cine.
Toda una infancia, y adolescencia, disfrutando de los juegos de rol, que no es otra cosa que vivir emociones y aventuras que no puedes vivir como quien eres en este mundo. ¿Pero cuál sería la realidad de todas esas aventuras? La muerte de tus seres queridos, mutilaciones, abusos, violencia, sangre, muerte, con todas sus letras. Eso es lo que hemos estado haciendo desde que somos humanos, lo que seguimos haciendo y lo que continuaremos haciendo, aunque nos traten de vender el heroísmo, el patriotismo, el valor…
A veces, refugiado en tus fantasías, necesitas que alguien te de un buen meneo, Let Lolo shake, para salirte del ensueño de las aventuras y las fantasías, no porque abandonar esos mundos de magia sea bueno, sino porque te permite apreciar mejor todo lo que sí es bueno de esta apacible y tranquila vida en la que vivimos, apreciar las pequeñas emociones, los pequeños amores, las pequeñas aventuras: ir a ver una película con la que soñabas desde hace un año con la gente que quieres o dar una charla, por qué no la gran aventura de cenar con alguien a quien quieres. Eso, claro sin hablar de las fuete emociones que nublan nuestra vida cuando esa cena es la primera cena, plagada de incertidumbre y en la que la conquista de la tierra parece una minucia en comparación.
¿Por qué nos olvidamos de todas esas emociones que son parte de nosotros? ¿Por qué no las llevamos en nuestra mochila y las degustamos poco a poco cada pocos días? ¿Por qué no, el día que has discutido porque ella ha llegado 30 minutos tarde, sacamos esos pedacitos de turrón y nos volvemos a mirar como aquel día?
Para ello necesito yo un poco de pies en la tierra, ensuciarme, llenarme de barro. The scent of thyme carried on the wind/ stings your face into remembering/ that nature has won again".





sábado, 9 de julio de 2011

El cuarteto de Alejandría (I)

Hace ya algunos años cayó en mis manos un libro delicioso, el cual cambió mi forma de acercarme a algunas personas, quizás viviendo el sueño de un libro en nuestra propia piel. Fue una casualidad o puede que fuese una causalidad, ya que en aquellos años compartíamos mucho de los que éramos y queríamos llegar a ser, aunque creo que en parte nunca fuimos. Un verano leí Justine, pero no la del Marqués de Sade, sino la de Lawrence Durrell, ahijado exiliado de Henry Miller. Ese mismo verano, desde otro lugar y sin casi contacto, sus ojos grandes leían las mismas palabras que los mios. Sin saber, pero ambos gozándolo. Creo recordar aún, con bastante exactitud, como nos redescubrimos al compartir este conocimiento, secreto para nosotros entre nuestros amigos, pues ninguno de ellos lo conocía. Supongo que es lo bueno de ser jóvenes, siempre acabas descubriendo cosas maravillosas que otros ya tienen más que olvidadas.
Años después, realmente, casi una década después, el mismo libro ha caído en mis manos, aunque esta vez en inglés, en el original, lo que me permite vivir la energía de la prosa poética de Durrell. Ella, unos meses antes que yo también había vuelto a releerlo, aunque ahora nuestras vidas son muy distintas, nuestras distancias y cercanías también, físicas y mentales, porque aunque siempre estaremos ahí cuando el otro lo necesite, cotidianamente no lo estamos. No es que haga un reproche, ¿a quién, a la vida? sino que  atestiguo un hecho. A veces tienes que remar contracorriente para salir del corazón de las tinieblas y estar junto a los tuyos, pero si dejas de bogar la marea te arrastra más y más allá, de forma que acaba siendo más fácil dejarte llevar hasta las nuevas costas, quizás las de Alejandría.
Justine es una Maga del existencialismo literario, pero una Maga llena de recovecos y redefiniciones que vas descubriendo más y más cuando lees Balthazar, Mountolive y Clea. Tantas formas de vivir una misma vida, de enteder la vida desde tantos puntos, tal y como es, imposible de entenderla deteniéndote en un momento o en un espacio. Pero no importa, porque la vida es nuestra tal y como la vivimos, aunque luego nos demos cuenta de que todo, las motivaciones, las situaciones, las emociones, eran muy diferentes.
Esta es una huella profunda, puede que una de las mayores, quizás por eso he elegido comenzar con ella este diario encapsulado, esta rosetta de mi vida. Y es profunda porque está Sofía y está el cuarteto. Dos pilares de mi vida.

.....

And all this brings me back to myself, for I too have been changing in some curious way. The old self-sufficient life has transformed itself into something a little hollow, a little empty. It no longer answers my deepest needs. Somewhere deep inside a tide seems to have turned in my nature. I do not know why but it is towards you, my dear friend, that my thoughts have turned more and more of late. Can uno be frank? Is there friendship possible this side of love which could be sought and found? I speak no more of love- the word and its conventions have become odious to me. But is there a friendship possible to attain which is deeper, even limitessly deep, and yet wordless, idealess? It seems somehaow necessary to find a human being to whom one can be faithful, not in the body (I leave that to the priests) but in the culprit mind? But perhaps this is not the sort of problem which will interest you much theses days.

sábado, 2 de julio de 2011

Vista adelante

No es que me emocionen las nuevas tecnologías, o mejor dicho, sí, me emocionan en sentido negativo, pues me dan miedo. Pero aún así, no sé muy bien por qué, pero el blog me llama la atención.
¿De qué va este blog? Pues supongo que un poco de todo, de mi vida, pero sin mi vida, quizás la mejor manera de describirlo sea mis opiniones sobre la vida a través de los libros, los libros que me gustan, los que me han dejado huella. Libros que te vienen a la mente una y otra vez, incluso cuando menos te lo esperas, y están ahí, parados para hacerte un buen comentario, meterte en un apuro o aportarte algo que hace mucho tiempo no encontraste.
No sé muy bien cuál es la dinámica de un blog, pero yo por ahora me lo tomo casi como un diario literario en el que no tengo en mente a un supuesto lector. Seguro que eso va en contra de la filosofía bloguera que ahora está tan en auge, pero es lo que me sale. Tratarlo como un puchero donde puedo cocer a fuego lento los pensamiento en voz alta. Además, el hecho de que sea un apartado público, que aún no conoce nadie aporta una cierta emoción, como ser capaz de escribir alguna cosa indebida sabiendo que lo normal es que no lo lea nadie, pero temiendo que alguien se entere y lo difunda. Se me ocurre que puede ser como cuando en el instituto escribías el nombre de la chíca que te gustaba en un papelito que luego tirabas.
Bueno, pues este es el blog en el que voy a escribir, a contarme las huellas que van dejando los libros que me leo, o los que recuerdo, o los que me cuentan... Huellas de tinta en este caso electrónica sobre mi propia vida.