lunes, 27 de febrero de 2012

Primera página: Blancanieves


Una vez en medio del invierno, cuando los copos de nieve caían como plumas, estaba sentada una reina cosiendo junto a una ventana que tenía un marco de negro ébano. Y mientras estaba cosiendo y miraba la nieve se pinchó con la aguja el dedo y cayeron tres gotas de sangre en la nieve. Como el rojo era tan hermoso en la nieve pensó para sí: 

"¡Ojalá tuviera yo una hijita tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y ten negra como la madera del marco!"

Poco después tuvo una hijita tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y de cabellos tan negros como el ébano, por eso la llamó Blancanieves. Después de nacer la niña, murió la reina. Transcurrido un año, el rey volvió a tomar otra esposa. Era una bella mujer, pero tan orgullosa y soberbia, que no podía aguantar que nadie la superara en belleza. Tenía un espejito mágico, y cuando se colocaba ante él y se miraba decía:

"Espejito, espejito, 
dime una cosa: 
¿Quién de estos contornos en 
la más hermosa?"

El espejo contestaba así:
"Reina y señora,
vos sois de estos contornos
la más hermosa"
(...)
Una niña de siete años perdida en el bosque porque su madrastra (malas mujeres las madrastras) quiere arrancarle los pulmones y el hígado con tal de mantener su titularidad en la belleza. La crueldad de esta mujer es indiscutible. Es mala, quizás el arquetipo de mujer malvada. Todos recordamos este cuento en el que la heroína y la tirana compiten por estar en la cima de nuestros recuerdos, pero la verdad es otra muy distinta. No mucho nos importa Blancanieves, de por sí un poco sosa, ni la madrastra, simple como una hoja, lo que de verdad nos cautiva son los increíbles enanitos. Bien sea disney, un cuento ilustrado o ya su propia descripción literaria. De hecho, el cuento se llama simplemente Blancanieves, pero tanto poder tienen estos barbudos enanos que popularmente se acoplan el título como un apellido decoroso: Blancanieves Y LOS SIETE ENANITOS. 


Pensando en esto te das cuenta de que muchas veces, en la vida, aquello que más te llama, que más te hace disfrutar, con quienes compartes más cosas no son con los sosos y simples protagonistas de la historia, sino con los secundarios: los enanitos del mundo. La mayoría de nosotros parecemos ser esos personajes de ficción que no vienen tan bien descritos salvo por contraposición. Blancanieves es una tonta y simple niñata, asustada y crédula, cosas que los enanitos no son. Eso quiere decir que son inteligentes, complejos y perspicaces. La reina es malévola, cruel, engreída, narcisista, así como psicótica y obsesiva. Por lo que los enanos, que no cumplen con ninguno de estos rasgos, serán buenos, cándidos, altruistas y equilibrados. Es decir son la bomba. Y, bueno, eso somos nosotros, los secundarios, los enanos del mundo. Unos tipos descriptos en profundidad por la contraposición a aquellos que gobiernan nuestras historias, unos tipos horados, equilibrados, amables y sinceros. Vamos, en definitiva, somos esos personajes que dignificamos al ser humano. Por ello, brindo por los eternos secundarios. A mi parecer sólo nos falta una cosa: ser verdaderos enanos.

viernes, 17 de febrero de 2012

Propopías: La cabeza del elefante

No suelo escribir los viernes, pero tras la noticia de ayer, la matanza de 200 elefantes para cambiar colmillos por dinero, me sale un noséqué...


Un día, un elefante cabezón, como lo son todos, la verdad, miraba tranquilo su amada tierra. Miraba con esos ojos viejos y llenos de historias, de caminos y olores, de recuerdos, casi uno podría decir que de la memoria genética de su especie. Y allí estaba, de píe, al sol, tranquilo, disfrutando de la nada. Junto a él estaban sus jóvenes crías, con esa cara de cachorro que no pueden contener. ¿Cómo algo tan grande puede parecer tan pequeño? La verdad es que no lo sé, pero ahí estaban, juguetones topeteandose con su madre que miraba contenta el vacío. Un poco más allá estaba el resto de la manada y la matriarca. También relajados, plácidos, unos tomando el sol, otros revolcándose en el barro y en el polvo, otros arrancando algunas ramas de una Acacia solitaria, otros sencillamente dormitando. 

De repente todos se pusieron en alerta. erguidos, reunidos en torno a sus madres. Estaban en alerta, pero no asustados. Los elefantes no se asustan de nada, de nada salvo del demonio blanco o negro. Así que no sería tan grave. Y no lo era en absoluto. Allí a lo lejos aparecía la impresionante silueta de Dionsios, el macho más majestuoso que había conocido la manada. Dionisios, tras meses perdido en la sabana volvía a aparecer con claras intenciones de aparearse y traer al mundo a otro magnífico descendiente de su estirpe. 



¿Cómo habría podido sobrevivir? Muy sencillo, los guardas le habían cortado los colmillos para que pudiese seguir viviendo.



martes, 14 de febrero de 2012

Propopias: Aventuras en el más allá

Los dedos tappeaban por la cubierta de cuero del libro. Luego se paraban. Rascaban suavemente los ajados relieves y volvían a tu tappeteo. Había que tomar una decisión. Pararon. Tappeteo. Parada. Lo o le volví a mirar atónito. Pero sí, allí estaba. ¿Cómo no iba a estar si llevaba veinte minutos hablando con él?. Fue en ese momento cuando tomé la decisión y acepté el ofrecimiento, aunque aún no lo sabía. Recuerdo como la figurilla de tinta sonrió en la oscuridad de su cara, como si hubiese elegido la opción incorrecta. Luego, con su voz de páginas añejas dijo: "Has elegido bien". Le volví a mirar. Una figura de 35 centímetros compuesta enteramente de tinta, casi parecía un muñeco o una sombra, sólo que se movía y hablaba.

Siempre había querido vivir una de esas emocionantes aventuras, pero esto podía ser demasiado. ¿No era demasiado alto el precio que tenía que pagar? ¿Cambiar mi vida por la suya? 
La verdad es que mi vida era tremendamente anodina. Ya no me importaba casi nada y llevaba años viviendo solo. Pero dejar de vivir... o sería vivir otra vida. El muñeco de tinta me miraba ávido con sus ojos plenos de pupila. Comencé de nuevo con el tappeteo. El libro parecía apasionante. Uno de esos libros viejos con páginas crujientes y amarillentas que te llaman. 
La figura tinturesca se empezó a impacientar y me acercó el contrato con bastante brusquedad. "No le des más vueltas, con la vida que tienes...", me dijo. Lo acercó un poco más. "Piensa en la gloria, en las mujeres, en la amistad más allá de la muerte". Mis ojos comenzaron a mirar al vacío y él supo que había ganado.

Cogí la pluma y firmé. Una punzada hiriente me laceró las venas de la muñeca y mi sangre apareció en la punta de la pluma. Y la pluma comenzó a escribir en la primera página. Mis dedos ya no tappeteaban, no acariciaban ni rascaban. Mis dedos estaban cada vez más inertes, al igual que el resto de mi figura que iba desapareciendo al quedarse sin sangre. Con el último reojo pude apreciar como la figura de tinta se incorporaba en una preciosa joven. 


Hoy estamos aquí con la preciosa joven Carla Grunding, escritora de éxito que presenta hoy su apasionantes tercera de "Aventuras en el más allá". Dígame, Carla, ¿cómo ha conseguido escribir en tan poco tiempo estos auténticos best-sellers? 


domingo, 5 de febrero de 2012

La Ratesa: Gunter Grass



¿Alguna vez alguien os ha regalado una rata? Un ratoncillo, un hámster, una cobaya, eso sí, ¿pero una rata? ¿Qué podría pasar si un desalmado te regala una rata? De repente una noche te sumerges en los sueños y te embargan las pesadillas…

Y allí te encuentras, en un mundo sumido en un holocausto nuclear creado por una coalición de las ratas a las que el ser humano entrenó para neutralizar cualquier tipo de ataque atómico proveniente de las otras naciones enemigas. Único superviviente, narrador omnisciente, que observa desde su cápsula espacial el desarrollo de la nueva especie. Desrratización progresiva, humanización paulatina: degeneración.

Y también en otro mundo, uno en el que las hadas y seres mágicos de los hermanos Grimm se reúnen junto al castillo de Cenicienta para sabotear la destrucción que los humanos quieren hacer de este enclave mágico. La aniquilación de la fantasía.

Y finalmente, en un tercer mundo en el que un tambor viejo de hojalata nos cuenta las miserias de la humanidad a través de un antiguo videoclub.

La ratesa, el primer libro de Gunter Grass que cayó en mis manos. El primero de muchos, porque me enganché, me hipnotizaron esas tramas semidesnudas de fantasía gris y humana. Esos Rodaballos divinizados que nos cuenta la historia de los hombres y las mujeres a través de un avinagrado juicio. Esa cámara que realizar fotos vivas de aquello que no ha ocurrido. O esa abuela de Óscar Matzrath que escondió bajo los nueve pliegues de su falta al progenitor de la madre del que sería dueño del tambor de hojalata. Historias todas ellas que se te meten en la piel y te desangran. Las sueñas una y otra vez; por mucho tiempo que transcurra, no las olvidas; incluso, aunque no te hayan regalado una rata.

Las ratas, pensándolo un poco te das cuenta de que ellas sí que saben cómo funciona el mundo.  Cavan hasta el lugar más recóndito del subsuelo, acumulan comida y taponan los agujeros por los que la radiación podría alcanzarlas con las ratas más viejas, gordas y moribundas que pueden encontrar. Todas ellas voluntarias. La única manera con la que salvar una especie. ¿Cínicas? ¿Eugenésicas? ¿Racionales? ¿Especie portadora del Gen Egoísta? No lo sé, pero si hay un holocausto nuclear, queda claro que sólo las ratas, y muy posiblemente las cucarachas, sobrevivirán. Lo cual es extraño, porque pensando en lo glamuroso de dichas especies, casi podrías esperar que dejaran un hueco a la especie humana, pues sin duda está a su altura.

Lo mejor de todo es que el futurible del mundo de la Ratesa no ha llegado aún a pasar, sino que son sueños de un pequeño humano a quien un infeliz amigo le regaló una rata. Y en su noche de inconsciencia vio el apocalipsis; o el futuro; o la necesaria katarsis de nuestra especie; o el aviso; o el camino a seguir; o, quizá, tan sólo vio lo que dos alocadas ratas querían que viera, mientras se partían de risa viendo como sudaba en la cama.

Ahora, sólo por un momento imaginaos que en lugar de que un humano le regalara una rata a otro fueran dos ratas las que se hubiesen regalado un humano: ¿Deshumanización progresiva, ratización paulatina: generación?