sábado, 3 de diciembre de 2011

Mi familia y otros animales - Gerald Durrell


Hace ya más de diez años que este libro cayó en mis manos. Un libro en el que se narran las hazañas del pequeño Durrell en Corfú. Pero yo ni siquiera conocía a ese pequeño biólogo que incomprendía ampliamente a sus padres. Tampoco a su depresivo hermano "siempre-vestido-de-negro" que años más tarde, dos precisamente, se convertiría en uno de mis autores favoritos. Ese libro, definitivamente, no tenía nada que ver conmigo. Bueno, quizás sí. Puede que hubiera una razón que explique por qué ese libro cayó en mis manos: María José.

Por aquellos tiempo, ahora casi desparecidos en la memoria, tanto en la del móvil como en la mía propia, yo frecuentaba la devoción por una chica de la facultad de industriales. Realmente quería a esa chica, y aunque no éramos muy afines en gustos literarios su ofrecimiento bíblico (en el sentido literal, quiero decir etimológico de la palabra) llegó a mí como un imperativo categórico: sí o sí.

Me gustó. Debo reconocer que me gustó y mucho. Divertido, irónico, amable, y a la par sencillo. Un libro que todo pretendiente a Cela debería reverenciar por aquello de huir de la pretensión y alcanzar algo de originalidad. Ya sólo el título me parece maravilloso: "Mi familia y otros animales". Por no hablar, claro, del de su secuela "Bichos y demás parientes". Sencillamente geniales. Pero además creo que reflejan muy bien lo que muchas veces sentimos por nuestras familias. Amor incuestionable, en todos sus sentidos: buenos, malos, regulares, rojos, amarillos y cuadrados. Aunque por otra parte, bastante difíciles de entender en muchos momentos. ¡Ay! ¡La familia! Imposible estar más familiarizado con nadie que con ellos. Lo has pasado, por así decirlo, todo. Y aún así, hay veces que te sientes en una mesa y les observas estupefacto como sí de inclasificables insectos gigantes se tratara.

Entonces ya no ves a tu hermano, con el que tanto has compartido, sino una enorme mandíbula articulada sobre la que se sitúan unas opacas esferas esmeraldinas y dos tentadoras antenas. Te sonríe estupefacto sobre su plato de lentejas. No sabes muy bien si con cariño o como eligiendo el menú. Un poco más allá, también sentados sobre el mantel a rayas, una especie de mariquita gesticulante y un coleóptero luminiscente. ¿Papá? ¿Mamá? ¡Ay, madre mía!

Es en estos momentos en los que empiezas seriamente a preocuparte. Asustado te miras las manos esperando ver unas regordetas y blanquecinas larvas arrastrándose por la mesa. Pero no, ahí están, con sus cinco deditos aferrando fuertemente el tenedor y el cuchillo. Levantas la cabeza y Javi-Mantis, Mamá.Mariquita y Manolo-Coleóptero han desaparecido. 

Me quedo allí, como embobado, mirando como los tradicionales Javi, Mamá y Manolo comentan la terrible coincidencia del clásico Madrid-Barça con la boda de Sofía.

Tras tan biológica experiencia creo que estas navidades ayunaré, a ver si así consigo saltarme a los terribles "Bichos y demás parientes".



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