domingo, 11 de septiembre de 2011

El circulo de los mentirosos



EL VIAJE DE MONEDA

Un día una moneda decidió saltar del cerdito,
mal ejemplo para el buche porcino
que bien pronto se quedó sin su valioso relleno.
Es lo que tienen los cuartos,
que yéndose los delanteros



se pierden los traseros.


Otro día, 
nuestra moneda exploradora encontró un hogar lleno de luces.
Saltó por el estrecho agujero
y entre limones y diamantes
encontró a mil amantes.
Sonido de victoria,
clarines y trompetas,
y en cascada de plata se fueron todas ellas
en busca de nuevas pesetas.


Hallábase "Moneda" asentada en su monedero,
tranquila,
reposando,
cuando recordó de repente el cumpleaños de su abuelo.
Menos mal que la cabina no estaba muy lejos.


Habló y habló nuestra Moneda
durante dos largos minutos
y al acabarse el tiempo calló y cayó en silencio,
aburrida entre otras monedas.

Las manos eran viejas y curtidas,
la voz áspera y seca.
Moneda oyó el click 
y al tiempo que la luz la iluminaba ellas se precipitaban hacia la saca.
Entonces ocurrió el milagro:
Uno 
Dos
y tres,
hasta tres veces rebotó en el borde 
y al final cayó al suelo.

El anciano la miró perplejo, curioso.
Algo tenía de extraño esa moneda.
Ella se sonrojó nerviosa,
nunca se había sentido tan observada.
De hecho se sintió especial.
La mano bajó con ternura,
la sopesó con añoranza y recuerdos buenos,
el ojo parpadeó dos veces,
y la nariz dio un respingo.
Hubo un momento de suspense...
pero al final, el viejo se la metió en el bolsillo de la camisa,
el del corazón.

Era domingo, tocaba visita.
Preparó su mejor bastón, 
el más robusto,
y se fue a casa de su hijo para ver a su nieto.
Le recibió una gran sonrisa llena de abrazos y achuchones.
Entonces él le dio el paquetito y dos golpecillos en el pelo.
Grandes los ojos,
las palpitaciones muy fuertes,
su primera moneda, Moneda.

De la mano fueron hasta el pequeño cerdito.
Ahí, en la panza redonda
podría descansar de sus muchos ajetreos.
El niño introdujo su primera peseta 
y por fin Moneda se sintió como en casa.



Y esta es, sin duda, la manera preferida en la que las monedas pequeñas viajan por el mundo de uno a otro cerdito.

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