jueves, 4 de agosto de 2011

El cuarteto de Alejandría (II)


Si el primer libro, Justine, representa el mundo de las emociones y el segundo libro, Balthazar, el de la racionalidad, sin lugar a dudas, es en el tercero en el que Lawrence Durrell trata el mundo político. En Mountolive aparece la realidad de los motivos que llevan tanto a Nessin como a Justine a actuar y pensar tal y como lo hacen, transformando así el rico poliedro de sentimientos y razones en una esfera perfecta y justificada en sí misma.

El centro del universo comienza por ser el yo, uno mismo, como en la vida en la que todo parece tan apegado a nosotros que prácticamente nos es imposible concebir la individualidad de los otros y la existencia de las cosas ajenas a nuestros propios actos. Así es como David Darley percibe el primer libro, amor desatado y pasional vinculado inexorablemente a su destino. Más adelante en la vida, parece que empezamos a percibir la importancia que los motivos tienen para las otras personas para las cuales somos algo parecido a lo que ellas son para nosotros, nos alejamos del protagonismo de la historia. Curiosamente, cuando ello empieza a acontecer en "el cuarteto" es cuando el autor considera importante darle un nombre al personaje narrador de Justine, pues anteriormente no fue necesario. Poco a poco el mundo de Darley se va haciendo más pequeño y aparece enmarañado por complejas relaciones interpersonales, sociales y ahora políticas. Su mundo se hace tan pequeño que parece que en él el propio David Darley no tiene agencia, llevado por el maremágnum de eventos e intereses personales y políticos.

Desde hace ya bastante tiempo creo que es así como nosotros nos sentimos en nuestro mundo político. No parece que tengamos acción ni poder, sino que parecemos ser sólo uno más de los personajes necesarios para que la comedia humana continúe. Hasta este año, gracias al movimiento 15M, parecía que la vida política de los españoles consistía en mirar atentamente el televisor de conveniencia mientras esperábamos ganar el mundial, eso sí, al calor de una cerveza siempre arreglábamos el mundo. Algo parece haber despertado, no sabemos a dónde acabará yendo, pero como decía Galeano, lo importante es lo que es, es importante porque está siendo.

Este momento, en el que la entelequia inexistente de los mercados gobierna a los políticos que deberían defendernos, en el que el dinero se ha convertido en el nuevo dios neocon cargado de ideologías racistas y xenófobas es el que tenemos que demostrar que podemos cambiar: que la carne está viva y decide. Que lo que no existe no puede domeñar a lo que sangra, llora y grita. El fallecido Haro Teglen escribía hace ya algunos años: “No nos engañemos, todo país tiene los políticos que se merece”. Y eso es lo que tenemos en España, eso es lo que tenemos en Europa, eso es lo que tenemos en el mundo. Debemos dar un golpe de estado desde el estado y que nuestras armas sean las ideas y la equidad, el equilibrio frente al desborde, la emoción frente a los intereses políticos. 

Si algo me gustaría ver antes de que, viejo ya, caiga fuera de este mundo es sin duda que el mundo de Darley se agrande y su amor, ya no por Justine, sino por Melissa, lo ocupe todo. Si no puede ser así, que al menos sea Clea quien pueda vivir ese amor.


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