Avalon.
Arturo.
Merlín.
Así como otros tantos caballeros, brujas y criaturas de
ensueño.
El mundo artúrico es fascinante por sus historias, por sus
personajes, por su magia… Pero no sólo por eso, también lo es por la esperanza
que representa. Cuando Arturo se retira moribundo a la isla perdida de Avalon
promete volver en la hora más oscura para salvar a Britania de su perdición. ¡Qué
imagen sería ver ahora volver a Arturo en su barco dorado cargando contra los
gobiernos y los bancos! En un santiamén cientos de caballeros recompondrían la
Tabla Redonda y volvería la paz y la dignidad. Nadie podría negarse ni
criticarle, porque su vuelta sería divina. ¿Quién no acepta como mágica la
presencia, en las abarrotadas carreteras, de un caballero de hace quince siglos
cargando con su poderosa Excalibur y portando sobre su cabeza el Santo Grial? Si esto ocurriera se constatarían dos hechos:
el primero, que estamos en la era más oscura, y no por la gravedad de la
situación sino por la pérdida de valores; el segundo es que estaríamos salvados,
pues ninguna criatura mítica vuelve a la vida para perder.
¿Cómo sería volver a
vivir en un Camelot, aunque no tuviera muros de oro?

Quién sabe, a lo mejor dentro de quince siglos, un fanático
piense en su dictáfono cerebral un cuento sobre el bravo y noble Arturo que nació
en el siglo XXI y ayudó al mundo a ser un poco más justo. Quizás también éste jurase
volver a este mundo cuando las cosas se torciesen de verdad.
¿Merlín?
¿Avalon?
¿Por qué no Arturo?